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                           EL GATO NEGRO DE OJOS VERDES

Estaba en guerra con el entorno, o al menos eso se pensaba. Se sentía atacada por las palabras ajenas y los actos de los demás eran percibidos como algo invasivo e incluso agresivo. No se daba cuenta de que su actitud era superlativamente defensiva. Víctima de un subjetivismo abrumador señalaba con el dedo en otras direcciones opuestas a la correcta. Porque en realidad la causa de todos sus males eran la inseguridad en sí misma, una vulnerabilidad excesiva y una hipersensibilidad que le hacía sufrir. Un estado que no le ayudaba a gestionar sus emociones, caóticas y contradictorias.

Con el mando a distancia, paró el tiempo. Una pausa necesaria para poder ver la realidad desnuda de impresiones y de miedos. Se agita sobre una cama llena de segundos parados, que la arropaban en una tranquilidad hecha de un paréntesis temporal. Tomó de su mochila, que estaba en el suelo, una  kit-kat  y se lo zampa como si nunca antes hubiera comido.

Hambrienta para encontrar la calma, sus pensamientos se congelaron. Las ideas nuevas y viejas empezaron a perder el sentido de ser. Su mente se convirtió en una hoja en blanco, que virgen pretendía volver a empezar, construyendo una nueva actitud ante ese mundo que su mirada había oscurecido con el pesimismo.

Llamaron a la puerta. Abrió y vio una sonrisa tierna, una mano amiga y unas palabras dulces que profundizaron en su alma mal herida. Era un gato negro que se frotaba entre sus piernas, entonando un ronquido de felicidad. La cola altiva y decidida aparecía como una radar vertical que inspeccionaba toda la sala. Aquel gato negro empezó a lamer sus heridas. Y aquella hoja en blanco se llenó con una nueva historia, un nuevo comienzo, una nueva oportunidad, una nueva mirada al horizonte.

Y a partir de ese nuevo estado, en el que la oscuridad se había iluminado por la luz de aquellos dos ojos de gato, verdes y increíblemente grandes, pudo relativizar todo lo que anteriormente maximizaba. Hipnotizada, se dio cuenta de que todo no era tan importante. Que la vida estaba hecha de momentos positivos y no tan positivos, que se podían mejorar.

Miró por la ventana y se topó de golpe con la noche. Pidió un deseo a la estrella que brillaba con más fuerza dentro de aquel cielo tan negro. Esperó diez segundos, activando el tiempo atrás. Se puso frente al espejo que había colgado en la pared, junto a la ventana. Y pudo comprobar que su deseo se había hecho realidad. Se había convertido en una gata maúlla y había adquirido la capacidad de poder ver a oscuras, como un gato más.


los sentimientos que siente son de inseguridad en si misma de que es una persona que no puede aclarar sus pensamientos de lo sola  que se siente y a la vez llena por lo atormentada que se siente por sus pensamientos.